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Oski por Oski


Foto: Eduardo Grossman ///

Nací en 1914, porteño; vivía en Belgrano… y después, ¿qué más me acuerdo?… Mi infancia… bueno, mi padre me pegaba, mi madre me pegaba, mis hijos me pegaban. Ahora no; los freno: «¡No, pegarle a un viejo, no!»…

Iba al colegio; mal alumno, pésimo alumno. Yo no se lo que hacen los chicos ahora, yo de chico dibujaba autos, soldados… De chico dibujaba bien (¡bah!, era el mejor dibujante del colegio, el que hace todas las tonterías propias de un dibujante de clase media que dibuja y todo lo demás). Me recibí de bachiller —con bastante pena— y entré en Agronomía.

Era un dibujante discreto cuando ingresé en Bellas Artes, para tener un título, nomás que por eso: iba a salir profesor, lo que me permitiría obtener un empleo (que nunca obtuve, y que si conseguí muchos años después fue por acomodos y no por méritos, que nunca los tuve además).

Hice cuatro años, de noche, porque, aparte de Agronomía trabajaba en el diario Crítica haciendo letras. No me pagaban hasta que yo no consiguiera tener dominio… Pasó algo extraño, porque, o nunca lo conseguí, o ellos consideraron que yo no lo tenía, pero nunca me pagaron un mango…

Después me fui a trabajar a las Pantallas Pelele. Era una pantalla de publicidad que estaba en Corrientes y Esmeralda, arriba del Coloso. Pelele era un dibujante muy raro que hacía unas caricaturas tipo El Mosquito, pero posterior.

La cosa era así, primero Pelele hacía la caricatura en blanco y negro, pero en negativo, luego se cubría el dibujo de hollín y se colocaba en la pantalla iluminada. Despues venía un tipo y desde atrás, con un pincel le sacaba el hollín y aparecía una linea blanca. Eso formaba la ilusión de que estaba dibujando en ese momento. Bueno, yo entré a colaborar con Pelele, hacíamos el dibujo original, ¡Vos sabés cómo se juntaba la gente en Corrientes y Esmeralda, se paraba el transito, era un lío! Hasta que la policía paró la cosa.

Cuando terminó esto, entré en una fábrica de etiquetas de celofán, del tiempo del cuete… Trabajaba para… fideos Letizia ¡Qué se yo que cuernos hacían! Yo tenía que dibujar las etiquetas.

Todas las batallas entre pajonales

Por una compañera de Bellas Artes, fui a Moine y Laserre, para hacer láminas de colegio. Se alquilaban (y se vendían también), generalmente a las niñas que estudiaban en el Normal y tenían que dar una clase de práctica. El oxígeno por ejemplo; ¿Qué es el oxígeno? La caña de azúcar… explicar con dibujos que es el azúcar, de dónde viene… Mirá, no sé de donde sacábamos nosotros la información para dibujar las láminas.

Después estaban los temas históricos: San Martín cruzando los Andes; Cabral en San Lorenzo. Vos tenías que hacer tres láminas por día y te pagaban algo así como sesenta pesos por mes. Salían unas cosas asquerosas —tres por día había que hacer—, era divertido, uno se mataba de risa. Había que trabajar rápido, ya teníamos los potes preparados (con rótulos y todo): azul bandera, uniforme San Martín, marrón Falucho…

Además trampeábamos… ¡claro! Poníamos cualquier cantidad de pasto; la gente, en las láminas, se movía con pasto hasta el cogote… Imaginate, si vos tenés que hacer las botas de Cabral, las espuelas de Cabral, estás jodido; entonces, si vos le pones pasto hasta acá arriba, todo es mas fácil. Entonces aparecía la gente siempre peleando entre los pajonales. Además los hacíamos todos emponchados (no hay botones, correas, nada…) No se veía nunca que pasaba en la lámina. Me imagino las niñas los líos que tendrían en clase.

Después había trabajos especiales, esos que nos pagaban doble. Eran los sueños de los próceres: el sueño de Belgrano, el sueño de Sarmiento. Con San Martín sobre todo era muy serio: valía dos días de trabajo. Pero nosotros trampeábamos lo mismo.

Vos viste que cuando se dibuja, los sueños se simbolizan rodeados de nubes, nosotros poníamos nubes de más (para no tener que dibujar la cosa) y aparecían unos sueños tremendos, llenos de nubes que no se veía nada.

Hasta ahí yo dibujaba en broma, en el colegio (como ponerle anteojos a Belgrano o bigotes a Manuelita de Rosas) y en casa, esa cosa que tu haces en broma entre estudiantes. Nunca había pensado que esto se podía vender. Hasta que un día, la revista Cascabel, públicó unos dibujos de Steinberg. Era como Steinberg dibujaba en su primera etapa, de línea sencilla, ingenuos, sin detallismos. Para mí, ver eso fue fabuloso, no me voy a olvidar nunca, porque ahí me di cuenta que podías publicar lo que se hace en broma, para divertirte y que vos eso lo podías vender.

Entonces un día, con una amiga que me dio una mano, fui y lleve mis dibujos a Cascabel, y me tomaron. Al principio yo lleve chistes míos, mirá que te dan miedo si los ves ahora. Pero, el primero de abril del ‘42, Cascabel me publicó uno.

El nacimiento de César Bruto

Un tiempo después me llamaron de la revista Cascabel para hacer Cesar Bruto con Carlos Warnes de libretista y así surgió el personaje. Ya para ese tiempo, yo, Oscar Conti —de origen tano— me había transformado en Oski.

Hicimos los cuadernos de Cesar Bruto. Por esa época yo tenía una cátedra de dibujo en La Plata. Después la dejé y me fui  a Perú hasta el 44. Seguí un curso de arqueología y pintaba. Vivía de lo que salía en Cascabel. La revista llegaba al Cuzco, pero yo no era muy conocido. Donde mi dibujo mas gustó fue en Bolivia. Allí hice una exposición con mas éxito que en Cuzco.

Ya aquí apareció Rico Tipo, entonces volví a la Argentina y empecé a hacer Cesar Bruto, y surgió Amarroto. Estuve mucho tiempo, como veinte años, trabajando con Warnes.

De las revistas argentinas de humor que yo recuerde la que me parecía mejor era Rico Tipo. Claro, dentro de lo que era la Argentina…, usando el nacionalismo, mucho «la cosa porteña». Pero era también embromada, era la revista del tipo que se mata de risa de los de las provincias, de los países limítrofes… pero fue importante.

En el 46 me fui a Chile, estuve yendo y viniendo. Es una manera de decir, porque estuve en otros lados también, pero quiero decir que volví a Chile siempre. En el 48 me fui a Italia y dibujé para gran cantidad de diarios y revistas. Ahora mirá; al arte hay que considerarlo así: ¿sirve o no sirve? Si un afiche te sirve para evitar una enfermedad es mucho mejor eso a que venga un idiota y que firme una exquisitez.

Yo hablaba con los tipos del Di Tella: «bueno, no… pero fue el primero que puso la soga larga, los demás no». ¡Muy importante, imaginate! Eso no sirve; es la cosa burguesa que les permite vivir de ello, tener su catálogo, hacer su exposición,  ser recibidos, ser importantes.

Yo estudié un tiempo con Pettorutti. Andaba necesitado de unos mangos y enseñaba en una vieja casa de Charcas y Callao. A mí me sirvió de mucho. Charlaba demasiado, pero era interesante lo que él hablaba. Te hacía hacer unos esfuerzos raros. Por ejemplo te hacía dibujar como el decía que hacían en el Renacimiento: en un palo largo te ataba una carbonilla y vos, con ese instrumento, tenías que copiar… una naturaleza muerta. Era difícil, pero el dibujo parece que sale más fresco. Algo así como dibujar con la izquierda. Creo que Leonardo decía que «la derecha es demasiado sabia».
Revista Confirmado, Buenos Aires, 1974

Fantasma021
El Fantasma de Canterville, Oscar Wilde, ilustrado por Oski, Libros del Zorro Rojo, 2012

 

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